“Dios mío, mi hijo de trece años gana mucho más dinero que yo”
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Qué cosas tiene la criatura. Todo el día en el cuarto con el ordenador y luego llegan los disgustos en el cole. Nos situamos en 2010 y un inquieto Michael Sayman compagina sus estudios con su gran pasión: programar aplicaciones para el móvil. Hay que poner las cosas en perspectiva: el chaval cuenta apenas con 13 años y la App Store de Apple acaba de ver la luz.
Olvídese de la locura actual en la que son muchísimos los programadores que se han hecho de oro a cuenta de sus creaciones en torno a las cuales algunos han creado auténticos emporios. Volvemos a Miami, donde nuestro protagonista acaba de ver a un pletórico Steve Jobs anunciar el lanzamiento de la tienda de aplicaciones para el iPhone y aquello pintaba bien, o al menos eso transmitía el entusiasmo del difunto líder. ¿Por qué no probar crear alguna app para el célebre iPhone? El inquieto joven ya conocía el éxito de alguna manera en la red gracias a una web de trucos de Club Penguin que creó en la época y tenía el gusanillo de conocer cómo are programar para un móvil.
Cuando el joven, que en el momento cuenta con 16 años, se estaba devanando los sesos por descubrir cómo poder sacar dinero de semejante éxito, se dio una extraña circunstancia: Facebook se hizo con Parse, la empresa en la que nuestro héroe había confiado los servidores para dar servicio a 4SnapsEl primer obstáculo que se topó fue de orden económico: los desarrolladores de iOS deben pagar un canon anual de 100 dólares y para un crío de 13 años eso es una cima demasiado alta para hacer cumbre. “De acuerdo, te daré los 100 dólares pero como no los recuperes con la aplicación tendrás que trabajar en el restaurante para devolverlos”. Voz de madre resignada y al tiempo entregada: al niño eso le encantaba y a una mala echaba una mano en el negocio familiar.
¿Cómo aprende un chaval de 13 años a programar? Google llegó al rescate. Con paciencia y echando muchas horas, el pequeño Michael logró terminar su aplicación de trucos de Club Penguin y llegó a la recién nacida App Store. El de Florida fue de los primeros en presentar la aplicación, con lo que las probabilidades de subir en la tabla eran mayores. Y lo fueron: su criatura llegó al top ten pronto y la vendía a 1 dólar la descarga. Amigo, aquello daba dinero. Descubrir este dato despertó su entusiasmo. Aquello había que compartirlo, y daba igual que fuera de madrugada: el inquieto Michael voló al cuarto de sus padres y les despertó para darles la noticia. Vaya horas para contarnos sus tonterías.
Sin entender en realidad nada de lo que se estaba forjando, sus padres le dijeron que aquello estaba muy bien, pero que a la cama. El joven no se sorprendió por la reacción: “Mis padres no son nada tecnológicos”, reconoce a Pando. Sus esforzados progenitores no eran muy duchos en lo que tocaba a los móviles pero sabían de primera mano lo que costaba llevar dinero a casa y aquella entrada atropellada en el dormitorio tenía, en el fondo, su razón de ser.
Llega el beneficio
El experimento de Michael pronto comenzó a dar dinero: 40 dólares el primer día, un par de días más tarde 180 dólares… la rueda del éxito de las apps comenzaba a girar en casa de los Sayman que no descubrieron la importancia del trabajo a escondidas de su hijo hasta transcurrido el primer mes cuando llegó el cheque con los ingresos de la aplicación. “Dios mío, ¡si gana más que yo!”. La caída al suelo de los padres fue rotunda y del déjame dormir al a ver qué esto que hace el niño en tiempo récord, pero todavía no habían visto nada.
Y en lo que canta un gallo Michael, de padre boliviano y madre ecuatoriana, pasó a ganar un dineral, habida cuenta que todavía no contaba con más que trece años. Un dinero fácil que pronosticó una época de bonanza en la familia. Pero los caprichosos designios del destino hicieron que el viento que hasta ahora había soplado a favor en casa de los Sayman, virara bruscamente en su contra y dibujara un futuro súbitamente oscuro: el padre perdió su empleo y se barajó la posibilidad de hacer las maletas y volver a Perú. Y fue en este punto cuando al talento de Michael se unió su inesperada madurez y anunció que no, que no se irían y que él correría con los gastos de la casa. Así, a los 16 años se vio ayudando a sus padres a pagar la hipoteca de la casa así como los estudios suyos y los de su hermana.
Una idea feliz
El dinero que se gana con una aplicación de éxito llega rápido pero llegada su madurez, el producto deja de dar sus frutos. Por este motivo y las apremiantes urgencias familiares, Michael se dispuso a buscar el éxito de nuevo aunque en este caso con una aplicación fuera del paraguas de Club Penguin ¿De qué podría tratarse? La idea feliz llegó cuando vio a su hermana enviando fotos con el móvil a una amiga y preguntando a modo de adivinanza qué era lo que se había fotografiado.
Y en lo que canta un gallo Michael, de padre boliviano y madre ecuatoriana, pasó a ganar un dineral, habida cuenta que todavía no contaba con más que trece añosEse momento de relax en casa dio vida a 4Snaps, la aplicación que realmente catapultaría al joven al estrellato, aunque los comienzos no fueron fáciles. 4Snaps llegó a la App Store sin pena ni gloria y con una escasa cobertura en los medios, con lo que pasó a caer en el olvido en posiciones medias que nunca reportarían un volumen serio de ingresos. Pero nuestro protagonista no se rinde fácilmente y se le ocurrió pulir los últimos dólares que le quedaban en una forma de promoción menos convencional: Instagram. En un todo o nada, Michael buscó cuentas promocionales en las que publicó fotos de su app con un halo de misterio que se hizo irresistible.
Ahora de nuevo la aplicación subió a lo más altos, y tras varios dimes y diretes, se coronó en lo más alto. Sin embargo, el joven Sayman se enfrentó a un dilema que conocen bien los desarrolladores: a diferencia de su primera aplicación que era de pago, 4Snaps fue gratuita desde el comienzo, y con un buen motivo: el joven desarrollador sabía que los usuarios de esta app eran jóvenes y con escasos recursos con lo que hacerla de pago hubiera limitado definitivamente su crecimiento. El dilema al que nos referimos es descubrir cómo monetarizar una exitosa aplicación de forma que comenzaran a circular de nuevo los billetes, algo que urgía en casa de los Sayman. Por lo general, este tipo de aplicaciones suele acabar en manos de un grande que al calor del elevado número de usuarios, no duda en extender el talonario y hacer millonario a su creador. Pues bien, esto también le sucedió al de Miami. Bueno, en parte.
Cuando el joven, que en el momento cuenta con 16 años, se estaba devanando los sesos por descubrir cómo poder sacar dinero de semejante éxito, se dio una extraña circunstancia: Facebook se hizo con Parse, la empresa en la que nuestro héroe había confiado los servidores para dar servicio a 4Snaps. El equipo de la red social pronto se dio cuenta que aquel pez llegaba con sorpresa y se interesó rápidamente por el atípico desarrollador que estaba detrás de 4Snaps. No era un universitario ni un programador avezado: se trataba de un adolescente con ortodoncia al que su madre debía acompañar en los viajes y firmar todos los documentos legales. Zuck se identificó pronto con el personaje y forzó un encuentro con Michael.
El cara a cara fue surrealista: a un lado Mark Zuckberberg jugando con un balón de fútbol y al otro el adolescente que no podía dar crédito a lo extraordinario del momento. En ese momento, nuestro hombre era ya uno de los elegidos por Facebook para unas prácticas pagadas con la élite de Silicon Valley. “¿Qué vas a hacer en tus prácticas?”, preguntó curioso Zuck.
“¿Trabajar? Yo realmente no quiero trabajar”, fue la sincerísima respuesta que espetó el suicida teenager a una de las figuras más relevantes de nuestro tiempo. En cualquier otro despacho, el de Miami estaría ya buscando la puerta de salida, pero a Mark Zuckerberg le encantó la respuesta y de hecho le ofreció una participación estelar a su lado en la conferencia f8.